Trashumancia, la aliada silenciosa del planeta

Trashumancia, la aliada silenciosa del planeta

Trashumancia, la aliada silenciosa del planeta

Cómo los rebaños trashumantes regeneran la tierra paso a paso

No hacen ruido. No contaminan. No piden nada.
Simplemente caminan.

Ovejas, cabras, vacas…
Guiadas por pastores que conocen los ciclos, el terreno, el clima.
Avanzan lentamente, recorriendo senderos antiguos, cañadas reales, cordeles, veredas.
Mientras lo hacen, algo milagroso ocurre: la tierra respira.

En tiempos de emergencia climática, incendios devastadores y suelos agotados, la trashumancia —ese arte ancestral de trasladar el ganado entre pastos— resurge como una respuesta sabia y poderosa. Una herramienta silenciosa de regeneración ecológica. Una forma de reconciliarnos con la naturaleza.

El rebaño como regenerador natural

A simple vista, puede parecer solo una caravana de animales.
Pero bajo sus patas, entre su lana, en su ritmo pausado, se esconde una acción múltiple y profunda:

  • Fertilizan el suelo de forma natural, distribuyendo estiércol por zonas extensas, sin necesidad de químicos.
  • Aírean la tierra con sus pisadas, mejorando la infiltración del agua de lluvia y evitando la erosión.
  • Transportan semillas adheridas al pelaje o en el tracto digestivo, ayudando a dispersar vegetación autóctona.
  • Actúan como cortafuegos vivos, limpiando matorrales y vegetación seca que podrían alimentar incendios.

Cada paso que dan es una intervención ecológica suave y precisa, como si la tierra estuviera siendo acariciada, sanada, despertada.

Frente a los incendios, ovejas y cabras

En un país como España, donde cada verano arden miles de hectáreas, la trashumancia ha demostrado ser un aliado estratégico de primer orden.

¿Por qué?

Porque los animales trashumantes comen allí donde más se acumula el riesgo: zonas de matorral, bosques densos, interfaces rural-urbanas.
Con su paso, limpian los cortafuegos, mantienen despejadas las fajas forestales y reducen drásticamente la continuidad del combustible vegetal.

Diversos estudios lo confirman: las zonas pastoreadas sufren menos incendios, y cuando se queman, el fuego avanza más lento y es más fácil de controlar.

Es decir: una prevención eficaz, ecológica y barata.

Paisajes en mosaico, biodiversidad en movimiento

La trashumancia no solo mejora el suelo: también moldea el paisaje. Y lo hace de una forma que favorece la biodiversidad.

Allí donde los rebaños pastan, se mantiene una estructura en mosaico: alternancia de prados, dehesas, bosques aclarados, sotos, cultivos en barbecho.
Ese mosaico, lejos de ser un desorden, es un regalo para la vida silvestre.

Muchísimas especies —algunas en peligro— encuentran en estos entornos su hogar:

  • El aguilucho cenizo planea sobre pastos abiertos.
  • El sisón cría en campos limpios por el ganado.
  • El lince ibérico encuentra conejos y refugios en los bordes pastoreados.
  • El sapillo pintojo ibérico coloniza charcas temporales abiertas por las pezuñas del rebaño.

¿Y lo mejor? Que este equilibrio no necesita maquinaria, ni químicos, ni gasto energético. Solo… caminar. ¿Te puede imaginar algo más ecológico y respetuoso que eso?.

Trashumancia y cambio climático: una relación inteligente

La FAO, la Comisión Europea y numerosos organismos internacionales han comenzado a reconocer la trashumancia como lo que es: una forma de “ganadería climáticamente inteligente”.

¿Qué significa eso?

Significa que no solo reduce emisiones, sino que:

  • Secuestra carbono en el suelo, aumentando su fertilidad y capacidad de retención de agua.
  • Se adapta al clima, buscando pastos verdes según la estación, sin agotar siempre los mismos recursos.
  • Fortalece los ecosistemas, porque no impone un modelo industrial, sino que se integra en el paisaje.

Y esto tiene consecuencias reales.
Según estudios recientes, los suelos pastoreados por trashumancia almacenan entre un 15% y un 30% más carbono que los suelos sin pastoreo o con ganadería intensiva.

En un momento en que Europa se plantea cómo descarbonizar su agricultura, los rebaños que caminan podrían ser parte de la respuesta.

Lo que no se ve… también importa

En una época obsesionada por la eficiencia, la productividad y la velocidad, la trashumancia puede parecer anacrónica.
Pero justo ahí reside su poder: es un modelo que desacelera, que observa, que escucha.

Y ese modelo:

  • Mantiene caminos abiertos para la fauna.
  • Protege saberes ecológicos tradicionales.
  • Respeta los ritmos naturales.
  • Aporta resiliencia territorial frente al cambio global.

No lo verás en titulares.
No genera dividendos inmediatos.
Pero sostiene la vida en muchos rincones del territorio.

¿Y qué puedes hacer tú?

No necesitas ser pastor.
Ni tener rebaño.
Ni vivir en el campo.

Puedes apoyar la trashumancia participando en experiencias que la difundan, compartiendo conocimiento, eligiendo productos de ganadería extensiva o simplemente reconociendo el valor de lo invisible.

En www.caminostrashumantes.com encontrarás ideas para conocer, caminar, aprender y reconectar.

Porque cada paso cuenta.
Porque regenerar también es recordar.
Porque a veces, el futuro avanza a paso de rebaño.

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